Por tanto, culpa e inocencia casi siempre aparecen juntas. Quien extiende la mano para coger la inocencia, también toca la culpa; y quien está de inquilino en casa de la culpa, descubre como subinquilina a la inocencia. Asimismo, culpa e inocencia frecuentemente cambian sus vestidos, por lo que la culpa aparece vestida de inocencia, y la inocencia, vestida de culpa. Así, pues, las apariencias engañan, y sólo los efectos muestran lo que fue real.