Diario de un librero

sonar maleducado pero…» dispara las mismas alarmas que: «No soy racista pero…». Es la mar de sencillo: si no quieres sonar maleducado, no seas maleducado. Si no eres racista, no te comportes como tal

dicho que un perro se había cagado en la entrada

Hoy te toca trabajar? ¡Jajajajajajaja!»

hay algo en este tipo de material que te hace sentir conectado con esta gente. Quizá el misterio más interesante radique en tu desconocimiento de las personas que poseyeron todos los libros sin firmar y sin dedicar que acaban en la tienda, en las historias secretas que encierran

Llegadas las 10.30 horas, mi voluntad de vivir era un recuerdo lejano

Ha arrancado con un: «La verdad es que los libros no me interesan», seguido de un: «Déjeme que le cuente lo que pienso de la energía nuclear».

Como ocurre tantas veces, su decisión de deshacerse de los libros nacía de su intención de vender la casa y buscar algo más pequeño, en su caso, un piso en el West End de Glasgow.

«Perteneció a mi padre.» El precio marcaba 4,5 libras pero le he dicho que no tenía que darme nada. No recuerdo cómo acabó en mis manos pero el anciano parecía tan entusiasmado de haber dado con él que regalárselo me ha parecido lo correcto.

Cuando se la he enseñado y le he preguntado: «Nicky, ¿qué es esto?», me ha contestado: «¿Eso? Un espejo».

Dónde tienen los libros sobre márketing y estrategias financieras?». A alguien le aguarda un regalo navideño de lo más excitante