Se había esforzado mucho por formar parte de todo aquello. Pero si ese era el mundo real, el mundo normal, ¿de verdad quería entrar en él? Nada cambiaba jamás. Los malos nunca sufrían. Colin, Sandow, Kate y todos los hombres y mujeres que los habían precedido, que habían ocupado esas tumbas y manejado su magia, no se diferenciaban en nada de los Lens, Eitans y Arieles del mundo. Cogían lo que les daba la gana. El mundo podía perdonarlos, ignorarlos o aceptarlos, pero nunca los castigaba. ¿Qué sentido tenía? ¿Qué sentido tenían su aprobado y sus jerséis de cachemira de las rebajas cuando el juego estaba amañado desde el minuto uno?