Era todo un personaje, un ser amable, tanto que diría que a ratos hasta tonto, pero también podía ser una persona difícil. No era ningún ser legendario enviado desde allí arriba. Mi madre y él iban a dejarlo cuando yo tenía diez años. La noche antes de marcharme para ir a la universidad estaba agobiada y asustada y necesitaba su cariño, y él me dijo fríamente: «Mejor si te vas acostumbrando, así es la vida». Lo odié por haberme dicho eso, aunque no creo que lo dijese en serio