La mujer, víctima y cómplice

Más allá del accidente de nacer hembra o macho, se nace persona humana, y tenemos el derecho de serlo con toda plenitud, sin que raza, ideología o sexo se conviertan en limitaciones para ello.

Hablar de igualdad entre los sexos no significa hablar de identidad. Mujer y varón se diferencian en muchos aspectos. Ignorar este hecho hace posible el tratamiento objetivo y veraz del problema. Las diferencias en sí mismas no significan nada; no son negativas ni positivas: son necesarias para que juntas ellas en el varón y la mujer, constituyan esa unidad e integridad que es el ser humano.

…no hay institución que merezca sobrevivir, si para su existencia necesita recurrir a la injusticia…

De la misma manera, muchos ven en la dignificación de la mujer la liberación de la humanidad entera, porque ella sería indicio de una mayor hominización, puesto que la autoridad del macho podría ser una forma de atavismo animal.

El porvenir del mundo no puede ser jamás producto del monosexismo, ya sea masculino o femenino, sino de la cooperación efectiva y equivalentemente responsable

La familia debe modificarse, de manera que deje de seguir siendo el germen esclavista de la humanidad.

Y la familia, tal y como ha surgido y nos ha llegado, se fundamenta en la sumisión forzosa de la mujer y su dedicación a los cuidados del hogar, independientemente de su vocación personal, lo cual implica, por lo tanto, un trato injusto con ella.

Es verdad que esta institución, tal y como nos ha llegado, se fundamenta en la desigualdad sexual

los cambios que se efectúen en la concepción de la mujer atañen a la estructura de la familia

le resultaba tan beneficiosa, trató de justificarla por medio de las mitologías, las religiones y las observaciones “científicas