Mía Esta Noche

¡Eres el hombre más maravilloso del mundo!

Su cuerpo emanaba un fresco aroma seductor y, loco por esa fragancia, la inhaló como haría un hombre privado de oxígeno

—Yo también me siento solo a veces. Me gusta estar contigo.

«¿De verdad acaba de pasar lo que acaba de pasar?», susurró perpleja

para entregarse en cuerpo y alma

—Eres tan dulce... —le murmuró Simon al oído.

O lo hacían a su manera o no lo hacían. ¿Tenía alternativa?

—Tú. En mi cama. Una noche. Es todo lo que quiero, todo lo que necesito.

—Simon, no puedo aprovecharme así de ti.
«Que sí, que sí. Y siempre que quieras».

Le hubiera gustado responderle que sí que la conocía, que sabía quién era desde el primer momento que la vio. Había despertado algo en él, un sentimiento franco y primitivo.