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Stefan Zweig

El mundo de ayer

  • Adal Cortezje citiraoprije 8 sati
    Quien relea hoy las ocho páginas del famoso artículo “Au-dessus de la mêlée” probablemente ya no será capaz de concebir su inmensa influencia; si se lo lee con frialdad y claridad, todo cuanto allí postulaba Rolland es una verdad de Perogrullo.
  • Adal Cortezje citiraoprije 8 sati
    Con Rolland no pudieron. Para él su tarea no consistía en fortalecer aún más la atmósfera cargada de odio y agitada con todos los estímulos posibles, sino, por el contrario, en purificarla.
  • Adal Cortezje citiraoprije 8 sati
    De modo que para el poeta, para el escritor, no era en absoluto un despropósito hacerse oír en aquellos tiempos, cuando el oído y el alma de la gente todavía no estaban abrumados por el incesante cotorreo de las ondas radiales. Al contrario: una manifestación espontánea de algún gran autor surtía mil veces más efecto que todos los discursos oficiales de un mandatario, de los que se sabía que estaban hechos táctica y políticamente para el momento y como mucho –y en el mejor de los casos– contenían solo la mitad de la verdad.
  • Adal Cortezje citiraoprije 8 sati
    “Me voy al extranjero”, me dijo, “¡si es que uno puede irse al extranjero! La guerra siempre es una cárcel”. Y se marchó. Yo volvía a quedar completamente solo.
    Decidido a sortear esa peligrosa psicosis en masa, tras unas semanas me mudé a un suburbio rural, con el fin de comenzar mi guerra personal en medio de aquella guerra: la lucha contra la traición de la razón en la pasión colectiva del momento.
  • Adal Cortezje citiraoprije 8 sati
    Así que solo quedaba una opción: retraerse en uno mismo y guardar silencio mientras los demás deliraban y vociferaban. No era cosa fácil, pues hasta vivir en el exilio –y lo he experimentado de sobra– no es tan malo como vivir solo en la patria.
  • Adal Cortezje citiraoprije 8 sati
    De a poco, en aquellas primeras semanas de la guerra de 1914 se fue haciendo imposible sostener una charla sensata con alguien. Los más pacifistas y los más bondadosos parecían ebrios por los vahos de la sangre. De la noche a la mañana, amigos que siempre tuve por firmes individualistas e incluso por anarquistas de espíritu se habían convertido en patriotas fanáticos, y de patriotas, en anexionistas insaciables. Cualquier diálogo culminaba en frases como “el que no puede odiar no puede amar de verdad” o en burdas sospechas.
  • Adal Cortezje citiraoprije 8 sati
    En Alemania, en Francia, en Italia, en Rusia, en Bélgica, casi todos servían con obediencia a la “propaganda bélica” y por ende al delirio colectivo y al odio colectivo de la guerra, en vez de combatirla.
    Las consecuencias fueron desastrosas. Por entonces, cuando la propaganda aún no se había utilizado en tiempos de paz, los pueblos tomaban por verdadera cualquier cosa que se imprimiera, pese a mil desengaños. Y así fue que el entusiasmo puro, bello y abnegado de los primeros días progresivamente se fue transformando en una orgía de los peores y más necios sentimientos.
  • Adal Cortezje citiraoprekjučer
    Mas desde entonces he aprendido a no celebrar una representación con expectativas antes de que verdaderamente se alce el telón. Claro que los ensayos comenzaron a concretarse, uno tras otro, y mis amigos me aseguraban que Matkowsky nunca había estado más grandioso y viril que cuando recitaba mis versos en dichas pruebas. Yo ya había reservado un coche cama a Berlín cuando me llegó un telegrama de último momento: “Postergación por enfermedad de Matkowsky”. Lo tomé como una excusa, como es habitual en el mundo del teatro si no se puede cumplir con un compromiso o con una promesa. Pero ocho días después los periódicos informaban sobre la muerte de Matkowsky. Mis versos habían sido los últimos pronunciados por sus labios maravillosos y elocuentes.
    Se acabó, me dije.
  • Adal Cortezje citiraoprekjučer
    Cuando visité a Verhaeren al día siguiente, me saludó con una sonrisa maliciosa. “Sí que tuviste una singular aventura en París”, me dijo, bromeando. “En primer lugar, no sabía que eras un muchacho tan acaudalado.” Al principio no entendí a qué se refería. Me alcanzó el periódico, y he aquí que había un enorme reporte sobre los incidentes del día anterior, solo que apenas si podía reconocer yo los hechos concretos en una expresión tan romantizada.
  • Adal Cortezje citiraoprekjučer
    En esa hora se me había revelado el eterno misterio de toda gran creación, y de hecho de todo logro terrenal: la concentración, la síntesis de todas las fuerzas, de todos los sentidos, el éxtasis, el salirse del mundo propio de todo artista. Había aprendido algo para el resto de mi vida.
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