Presiona sus labios contra los míos.
Es suave, cauteloso, pero cálido. Medido y practicado, como si necesitara convertirse en la besadora perfecta antes de intentarlo por primera vez.
En cuanto me doy cuenta, inhalo su olor, su presencia, el momento.
Su labio inferior se encaja en el hueco que hay entre los míos y me siento más que tentado de metérmelo en la boca y ver qué tipo de ruidos puedo arrancarle de la garganta.
Ella me está besando.
Kennedy me está besando a mí.